Los algoritmos
Probablemente KhivaAl Khwarazmi, matemático, astrónomo, geógrafo y erudito, no se imaginó nunca la trascendencia de su obra. Su libro Algoritmi de número Indorum, del que solo se conserva su traducción al latín, da origen a la palabra algoritmo.
Esa palabra que forma parte de nuestras vidas de forma permanente, y a veces preocupante.
Y es que, desde su nacimiento en Bagdad en el año 780, han pasado muchas cosas. Con su cultura, con las matemáticas, y no digamos con los algoritmos.
¿Qué son los algoritmos?
Si buscáis en internet la definición de algoritmo, encontraréis miles. A mí se me ocurre una, que no será mejor que ninguna otra: «Un conjunto de instrucciones que se dan a un sistema, para transformar entradas en resultados útiles para el fin previsto»
¡Es verdad! No se entiende tampoco, ni mejor que las otras que encontraréis. Los ejemplos más habituales son los de una receta de cocina, las instrucciones que hay que seguir para elaborar un plato.
El sistema, en este caso es el o la cocinera. O, mejor dicho, sería la cocina, y la cocinera/o, el operador del sistema. O un proceso químico, donde se obtiene un producto, como resultado de la combinación de unos elementos según unos parámetros de cantidad, temperatura, presión…
Aunque encontraréis algoritmos absolutamente en todas las disciplinas, por ejemplo, la psiquiatría, es en la informática dónde ha adquirido más notoriedad. Y digo esto, a pesar de que los matemáticos se puedan enfadar.
Con razón, porque un algoritmo suele nacer de las matemáticas, y luego pasa por muchas disciplinas más. Estas siguientes, más orientadas al resultado que al método, pero no menos importantes. Es en esta fase, dónde algunos algoritmos dejan de ser científicos, y se vuelven sociales.
¡Qué suerte! Tengo un teléfono móvil que recuerda todos mis viajes, geo localiza las fotos, me dice que sitios me gustan para comer…. En mi caso esta opción la tengo desactivada, porque soy adicto al papel.
Pero tiene que ser la pera limonera que un teléfono sepa más de tu vida que tú. A mí me podéis llamar antiguo, pero me daría pena tener que consultar el nombre de un restaurante en el que estuve, en el móvil.
Igual me pasaría con los sitios que he visitado, las personas que he conocido, etc. Eso sí, las direcciones y los teléfonos los guardo en el móvil, básicamente porque los papeles los pierdo a veces.
¡Sin duda, los algoritmos son lo más! Cuando antes promocionaban a un amigo o conocido, dependías de que te lo dijese él, un amigo común, o te enterabas meses después. Los que somos despistados, siempre llegábamos tarde con él: «enhorabuena, cuanto me alegro, lo vas a hacer genial».
Que duro era cuando además tenías que hacer un esfuerzo para que no se notase que te importaba un bledo. Ahora el algoritmo de LinkedIn te lo recuerda puntualmente, y le puedes «dar un like», e incluso escribirle algo. ¡Vaya comodidad!
Y sabes que él verá que has publicado algo sobre los algoritmos, y aunque le parezca un churro, se verá en la necesidad de «darte un like». No entiendo como esto no se inventó muchísimo antes, porque ahora todos tenemos «likes», y eso mejora la autoestima una barbaridad.
¡Qué decir de las fotos! Seguro que recordáis la frase «hemos quedado en casa de fulanit@, para ver las fotos de la boda».
Y te tragabas una tarde interminable, viendo lo penosos que somos todos cuando bebemos más de la cuenta. Y los comentaristas explicando lo bien que se lo pasó todo el mundo, incluso los del coma etílico. Ahora te mandan un «enlace» para que las puedas ver en casa, y si quieres, ¡te las puedes descargar!
Y siempre hay alguno que descarga y las envía por WhatsApp. O las sube a Instagram o a Facebook. Y venga likes, sobre todo a las fotos en las que estás más perjudicado por la hora y lo cansado que es una boda.
Me dice el algoritmo de AdSense que los pocos que me leéis, tenéis una edad compatible con lo que cuento. De otro modo, no se me ocurriría, porque parece que tengo muchos años.
Los jóvenes, si hay alguno, no suelen pasar de las tres líneas, así que estamos seguros. Y que conste que lo digo con todo el cariño, y un poco de envidia, por como manejan ellos los algoritmos. Y por como son capaces de resumir en tres líneas cualquier cosa.
George Orwell, decía en el año 2013 «No creo que la sociedad que he descrito en 1984 necesariamente llegue a ser una realidad, pero sí creo que puede llegar a existir algo parecido».
Aquel libro para muchos, entre los que me encuentro, era el apocalipsis cuando lo leímos. Y ahora nos parece lo más normal, tener en un teléfono tu huella digital, una copia de tu retina y tu cara parametrizada para reconocimiento facial.
La información (nuestra información), es un activo estratégico. Los algoritmos que la procesan, son insaciables, y su fiabilidad depende en buena parte de la cantidad de información que procesan. En esta época, el almacenamiento no es un problema, ni la capacidad de cálculo, la clave está en obtener la información.
La inteligencia artificial se basa en algoritmos para predecir conductas y actuar en consecuencia. Vivimos rodeados de aplicaciones que nos dan servicios increíbles, a cambio de nuestra información, y a veces la regalamos sin conocer sus fines.
Cuando uno suma (también es un algoritmo), se le ponen los pelos de punta. Resulta que toda nuestra vida, está no en una sino en tropecientas bases de datos.
Está demostrado que alguna de las empresas mencionadas, comercian con nuestra información. Y no tienen suficiente con la venta empresarial, para segmentar productos o servicios, no, los venden al por mayor a empresas que no tenemos ni idea que hacen con ellos.
Sigo sumando, a los de Lérida no los dejan entrar en Pamplona, por el brote del coronavirus. Bolsonaro, dice que mata más gente la inactividad económica que el virus. Trump, comentaba hace días, que cuantas más pruebas se hacen más positivos salen y que habría que hacer menos. Maduro, que los contagios son de los colombianos infectados que les manda el gobierno de Bogotá…
Dos conclusiones: 1.- El ser humano, puede llegar a niveles de crueldad e insolidaridad inimaginables, y 2.- Hay muchos locos decidiendo el destino de millones de personas.
Me encanta la tecnología, desde siempre. Me parece increíble lo que hemos avanzado en física, astronomía, medicina, y casi cualquier disciplina científica que elijamos. Sin embargo, me preocupa la ingeniería social, y cómo podemos terminar absolutamente sin criterio propio.
Espero superar esta preocupación con muchos like, porque eso no es nada peligroso. Al contrario, la tasa de suicidios, agresiones, depresiones, etc. por falta de likes, se está disparando. Y como Google no me va a prestar su algoritmo para posicionar mi página, estoy en vuestras manos.