Nos comunicamos de muchas formas.
El polígrafo más fiable del mundo, está en nuestro cerebro.
La comunicación no verbal
La comunicación no verbal y nuestro cerebro
Siempre he pensado que hablar de lenguaje no verbal, es incorrecto. Y a pesar de que es la forma en la que se conoce popularmente la comunicación no verbal, creo que el diccionario etimológico me da la razón. Y no, no voy a intentar definir ni una cosa ni la otra, únicamente me centraré en mi experiencia con un tipo de comunicación en la que no se habla ni se escribe.
¿Alguna vez os ha pasado que no os fiais de alguien, y no tenéis elementos objetivos para hacerlo? Por ejemplo, en una entrevista de trabajo, donde el candidato se explica de forma ordenada y coherente, y sin embargo… Algo en tu interior te dice que no te lo creas. O en una presentación brillante, perfectamente estructurada, donde todo parece fruto de sesudas reflexiones o investigaciones y… Otra vez, tu polígrafo personal te dibuja discordancias en la gráfica.
¿Tenéis intuición? Ese sentido, el 6º que nadie sabe cual es ni para qué sirve. En realidad no existe. Al menos no, asociado a un número ni comparable con los otros 5. Esa capacidad de anticipar o predecir acontecimientos, sin información alguna al respecto y que luego suceden. No es comparable al tacto, al olfato (aunque a veces se asocian metafóricamente), ni a ninguno de los otros tres. Seguramente, porque no es un sentido, pero es cierto que existe algo que llamado intuición, premonición, o como sea, cumple esa función predictiva.
Ese órgano, tan desconocido todavía llamado cerebro, esconde capacidades de las que no somos conscientes. ¿Tenemos incorporado de serie un polígrafo en nuestro cerebro? Yo no tengo la más mínima duda. Otra cosa es que realmente sepamos interpretar de forma consciente la información que nos proporciona.
Los que hemos pasado tantos años con el modelo de los tres cerebros, lo teníamos claro. El reptiliano, el primitivo, el de la supervivencia, es el encargado de gestionar la intuición o como la queramos llamar. Lás últimas investigaciones, descartan ese modelo, aunque no de forma taxativa. En realidad, lo que dicen es que no es tan sencillo como pensábamos, (vaya descubrimiento), y que esas escenas entre tres actores no son tan lineales como parecían. Cada vez que estamos cómodos con algo, nos lo cambian.
Lo cierto, por el momento, es que no se ha derogado todavía (que yo sepa), la evidencia de que nuestro cerebro conserva partes ancestrales. Y que su evolución en volumen, y la nuestra en su conocimiento, no excluye una evolución sobre lo anterior. Quiero decir, que no hemos perdido las funciones primitivas del cerebro, si no que hemos incorporado otras. Incluso de algunos, en los que me incluyo, se dice que no hemos incorporado ninguna nueva. Nos ha crecido la cabeza por simpatía con el entorno.
Ahora solo falta explicar que tiene que ver todo esto con la capacidad que no sentido, que tenemos para tener premoniciones. Y otra vez, tiene que ver con ese cerebro primitivo que sigue funcionando. Que en otras épocas se encargaba de gestionar ni más ni menos que nuestra supervivencia, y que sigue haciéndolo pero en el más absoluto silencio.
Nadie se imagina que su supervivencia en estos tiempos, dependa de saber distinguir un enemigo de una presa. De lo que es coherente y lo que no, de diferenciar lo que es de lo que parece ser. Al final estamos en la era de la información (y de la desinformación), y no tendríamos que dudar de lo que es fácilmente comprobable. ¿O es más difícil? Con tanta información, igual es más complicado saber cual es realmente útil para lo que necesita saber nuestro nuevo cerebro racional.
Si, lo se, sigo con el modelo de los tres cerebros como si no hubiese pasado nada. Pero nadie me negará que ahora nos guiamos más por la racionalidad que por ninguna otra cosa. ¿En serio? Si pensáis eso, acabáis con un montón de puestos de trabajo. Entre ellos el mío, y eso me preocupa mucho. Yo soy un defensor de lo emocional, y miles de personas que se dedican al marketing, los escritores, actores, diseñadores, etc. Además, es tan triste ser racional que, si lo fuésemos siempre, perderíamos una buena parte de nuestra razón de existir.
Pero vamos al título, que hablaba de la comunicación no verbal, y nos hemos desviado bastante. Y para ello, voy a contaros una experiencia personal de hace muchos años. Mi primera experiencia o encuentro con esa cosa rara, en la que os aseguro que entonces no creía en absoluto.
No voy a decir la fecha, sólo que yo tenía 24 años (o sea, hace más de 30, jejeje). En la empresa en la que trabajaba entonces, nos citaron en un pueblo de Guadalajara llamado Horche. Curso de formación, sobre «Lenguaje no verbal», aunque era sobre comunicación no verbal, pero da lo mismo.
Seis individuos agnósticos o ateos sobre el particular, a los que un ponente tenía que convencer en tres días, de la existencia y utilidad de tal cosa. No, no os voy a contar toda la historia, tranquilos. Pero si os voy a decir que salimos los seis absolutamente convencidos y miembros de por vida de, los adeptos a la comunicación no verbal. A pesar del tiempo, recuerdo perfectamente todos los detalles de aquellas tres jornadas.
Nuestro cerebro es capaz de interpretar la comunicación gestual perfectamente. Y cuando una persona se expresa de forma incoherente con lo que dice y qué gestos utiliza cuando lo hace, lo sabemos. Y a eso que no sabemos explicar, porque nuestro cerebro no siempre se comunica con claridad, lo llamamos intuición.
O premonición, o pálpito, incluso algunos lo llaman «visión«, si la misma que necesitamos tener en las empresas. Porque algunas personas, tienen la capacidad de interpretar no solo comportamientos individuales, sino colectivos. Se llaman visionarios, y seguramente su mérito es que son capaces de comunicarse mejor con todas sus partes del cerebro.
Siento defraudar a los que esperaban una chuleta de como interpretar los gestos de los otros, para saber que piensan. Os aseguro que he dedicado mucho tiempo a la comunicación no verbal y la cosa no es tan sencilla.
De una cosa estoy seguro, todos tenemos esa capacidad de interpretar la comunicación corporal de otros, si!! Otra cosa es que seamos conscientes de ello. Y también de que pocas personas son capaces de controlar su cuerpo cuando mienten, y los que lo hacen, una buena parte tienen patologías graves y en realidad se creen lo que están diciendo.
Y ahora un truco infalible para que no os pillen nunca cuando contéis una mentira. ¡No lo hagáis! No merece la pena, y no se lo merece ni es que la escucha ni el que la cuenta.